Cuando se den a conocer los detalles del plan tributario de Trump, al que se refirió en tantas oportunidades durante su campaña electoral, sabremos si la pretensión de llevar los impuestos corporativos del 35% al 15% contemplan un conjunto de medidas que colaboren a complementar el plan o sólo es un ensayo para ir a un proceso de negociación en el Congreso que permita que un nuevo programa tributario se haga realidad en los Estados Unidos. Para algunos líderes republicanos del Congreso, hacer pasar la reforma será más difícil que la fracasada reforma de salud.
¿Qué va a pasar con el déficit fiscal?
Una de las principales objeciones al plan tributario de Trump es que una rebaja de tal magnitud, como la propuesta, en los tributos corporativos podría disparar el déficit fiscal a las nubes. No nos olvidemos que uno de los “caballitos de batalla” de los republicanos en el Congreso, para enfrentar la administración de Obama, era la crítica despiadada al crecimiento de dicho déficit, que hoy roza los 20 billones de dólares.
Para los hombres del gobierno una rebaja de estas características se compensaría con un cambio profundo en la economía norteamericana. Pero nadie está seguro de esta afirmación.
El plan tributario de Trump también incluye una rebaja de la presión tributaria sobre los pequeños contribuyentes, aunque de menor impacto.
Se buscan recaudadores
Los anuncios estarán a cargo de Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de los Estados Unidos. Lo que no está claro es si será la “revelación” total del plan tributario o sólo algunas medidas. Por lo pronto, el plan tributario de Trump tiene varios obstáculos que superar.
Desde distintos frentes del fuerte republicano se han ensayado medidas para contrarrestar el peso que tendrá la reducción tributaria sobre el déficit. Uno de ellos es aplicar un tributo del 10% sobre las ganancias acumuladas en el extranjero por parte de las empresas norteamericanas.
Aunque algunos dicen que ya ha sido descartada de la agenda de la reforma tributaria, está la propuesta del presidente de la Cámara, Paul Ryan, quien planteó reemplazar el tributo corporativo del 35% por un impuesto sobre las ventas e importaciones internas de las compañías norteamericanas. Algo que terminaría redundando en un castigo a los consumidores porque este nuevo tributo se trasladaría a los precios, salvo que se compense con una revalorización del dólar superior al alza de precios.
El plan tributario de Trump o acciones de corto plazo
Uno de los obstáculos que también deberá enfrentar el gobierno, son los requisitos constitucionales para que el plan prospere. Una reforma de esta envergadura requiere de 60 votos en el Senado y los republicanos sólo cuentan con 52. Sencillamente, deberán negociar con los senadores demócratas o simplemente deberán conformarse con llevar adelante reformas menos ambiciosas y de corto plazo para que puedan aprobarse con mayoría simple.
Será el momento de afinar la punta del lápiz, porque de lo contrario deberán demostrar que la reforma tributaria de Trump será inocua para el déficit fiscal en la barrera de los 10 años. Por eso algunos consejeros ya están hablando de una reforma tributaria que no supere los dos años, si no se lograba la neutralidad. Así lo mencionó George Callas, consejero fiscal de Paul Ryan.
Para los analistas, un programa de reformas impositivas de corto plazo, sería poco alentador ya que las empresas evitarían tomar riesgos de inversiones sobre las deducciones, a plazos muy extensos.
Llegó la hora de las negociaciones
Con los obstáculos que debe enfrentar el plan tributario de Trump, es muy probable que las medidas que se anuncien estén destinadas a lograr un marco de negociación y de compromisos con diversos sectores.
Ya hemos visto que el gobierno está dispuesto a dar marcha atrás en algunos aspectos, como el retiro de partidas del presupuesto 2017 para la construcción del muro en la frontera con México. La suerte de la reforma impositiva está atada a la capacidad de mantener conformes a todos los sectores.
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