Durante los últimos años, China y los mercados emergentes han mantenido una próspera relación financiera signada por la conveniencia. Las naciones en desarrollo siempre necesitadas de fondos que fortalezcan las reservas de sus respectivos bancos centrales. Y, China, con sus fuertes intentos de facilitar el comercio del yuan. Los mercados emergentes han recurrido en varias oportunidades al financiamiento chino. Al fin y al cabo, era mucho menos oneroso que los préstamos que otorga el Fondo Monetario Internacional. Pero, eso podría estar por cambiar, en un escenario convulsionado tanto para los emergentes como para China.
China, la rueda de auxilio de los mercados emergentes
El gigante asiático no ha escatimado en medidas a la hora de promover el comercio de su divisa. En esa tarea, en la última década se ha convertido en el principal financista de los mercados emergentes. China ha firmado acuerdos swaps de divisas con treinta y dos naciones, la mayoría de ellas emergentes.
Los mercados emergentes salieron bastante fortalecidos de estas relaciones de conveniencia, ya que, en muchos de los casos, aquellos que tenían problemas de reservas, utilizaban los acuerdos swaps para intentar resolverlos.
Argentina, que atraviesa una delicada situación con una fuerte inflación y devaluación de su moneda, estaría a punto de ampliar sus acuerdos swaps con China, de 11 mil millones de dólares a 15 mil millones de dólares. Venezuela, por su parte, ha recibido 62 mil millones de dólares en préstamos provenientes de bancos chinos. Ahora, se prepara para suscribir un nuevo préstamo por 5 mil millones de dólares para financiar un programa de aumento de la producción del petróleo.
La lista de mercados emergentes “rescatados” por fondos provenientes de China, es interminable. Turquía, entre 2016 y 2017 incrementó un 40% los fondos recibidos de China.
Nada es para siempre
El financiamiento con fondos provenientes de China ha sido un recurso de los mercados emergentes para evitar los préstamos del Fondo Monetario Internacional. El auxilio del organismo de crédito viene siempre acompañado de un conjunto de medidas de ajustes impopulares que terminan minando la autoridad política de los gobiernos de las naciones en desarrollo.
Pero, todo eso podría cambiar. Con una guerra comercial en pleno desarrollo, las condiciones de la economía China han desmejorado. Ahora, el dinero chino podría volcarse a atender la situación del mercado doméstico y abandonar los acuerdos por fuera del continente.
El Banco de Desarrollo de China ha sido el principal financista de proyectos en los mercados emergentes. Pero, el objeto central de este banco es el mercado doméstico y, hoy, las condiciones ponen un límite a la “generosidad” de la entidad.
Desde el año pasado, el financiamiento de proyectos destinados a sacar a millones de chinos de la pobreza se contrajo. El Banco de Desarrollo de China ya no tiene las condiciones para atender los frentes internos y en el extranjero.
La guerra comercial ha provocado una pérdida de confianza en los consumidores chinos. Esto constituyen una bomba de tiempo que podría minar el capital político de Xi Jinping. Las ambiciones políticas del país asiáticos de colonizar con fondos frescos a los mercados emergentes deberán esperar a que las condiciones de la economía global mejoren.
Mientras tanto, los mercados emergentes que sufren una crisis de conjunto posiblemente deban retornar al redil de la entidad presidida por Christine Lagarde.
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