Cuando faltan pocas semanas para que se produzca el cambio de administración en el gobierno de los Estados Unidos, la política de aranceles de Trump a productos y suministros provenientes de China – y eventualmente de México – está dividiendo las aguas. Las implicancias de una guerra comercial entre las dos potencias más grandes del mundo pudrían tener efectos totalmente diferentes a los esperados y esto abre un escenario de incertidumbre dentro de los mismos fabricantes de Estados Unidos. A través de sus voceros del futuro gabinete económico, Donald Trump ha manifestado su interés de revertir el déficit comercial con el gigante asiático mediante aranceles que podrían llegar al 45% para los productos provenientes de ese país.

Los efectos de los aranceles de Trump sobre el trabajo

Una realidad que no se puede ocultar es que, en la actualidad, la cadena de suministros se ha vuelto cada vez más global. La mayor parte de las fábricas de Estados Unidos utiliza componentes provenientes de China. Una estimación señala que con los nuevos aranceles de Trump a los insumos chinos del 45%, elevaría los costos de producción en 20% y dejaría a muchos fabricantes fuera de competencia.

Trump, con esta política, no sólo pretende equilibrar la balanza comercial con China, que en el último año mostró un déficit de 365.000 millones de dólares, sino que quiere obligar al retorno de las empresas americanas a producir en su propio suelo. En los últimos 20 años la cadena de suministros se ha trasladado masivamente a China impulsada por los bajos salarios que allá se pagan.

La pérdida de competitividad debido a los altos aranceles de Trump, podría significar la caída de numerosas fuentes de trabajo. Uno de los sectores más afectados, además de la industria, sería el de los comercios minoristas que, en la actualidad, representa una de las principales fuentes de empleo en Estados Unidos.

Reacciones al otro lado del mundo

Los aranceles de Trump han activado las alertas a nivel interno, pero también en China. Algunos analistas opinan que del discurso a la realidad habrá un largo camino y que cuando Donald Trump analice los efectos negativos de la medida se adecuará a la realidad. Sin embargo, los fabricantes en China ya están estudiando alternativas de localización de sus fábricas en países como Vietnam, Bangladesh y hasta regiones de África.

Otros sostienen que no le será tan sencillos a Trump aplicar de manera descarnada estos aranceles. Primero deberá pasar por el filtro de la Organización Mundial de Comercio, donde deberá demostrar, sector por sector, que China posee una política de precios desleal. Como contrapartida, Trump ha amenazado con abandonar la OMC si la considera un obstáculo para sus planes.

Un ejemplo de lo complejo de la situación, se revela con Suiza donde se fabrican componentes de alta tecnología, destinados a las fábricas chinas. Una caída de la demanda por parte de éstas, debido a los aranceles de Trump, podría, a su vez, provocar una disminución de las compras suizas de suministros y servicios a los Estados Unidos.

Por último, los efectos de una guerra comercial con China no deben medirse sólo en su aspecto económico. Puede acarrear severas consecuencias políticas, para ambos bandos. Habrá que analizar quiénes están dispuestos a pagar los daños colaterales.

A medida que se acerca el momento de la verdad, las expectativas crecen y todos sabemos que los mercados financieros son poco afectos a los escenarios de incertidumbres. Veremos las reacciones y cómo se acomodan las piezas en el tablero internacional.