El mercado de bonos del Tesoro está viviendo un incremento progresivo de los rendimientos. A medida que éstos suben – y bajan los precios de los bonos -, el mercado accionario se vuelve menos atractivo. Los inversores en acciones se enfrentan al dilema de cómo elaborar una estrategia, más o menos certera en el mediano y largo plazo, donde los rendimientos de los bonos, la inflación y las ganancias de las compañías juegan su propio partido ¿Es la prima de riesgo la solución a esto?

Mercado de bonos versus mercado bursátil

Sin dudas, los bonos del Tesoro han sido una alternativa de inversión segura para los inversores, en momentos de incertidumbre financiera. Pero, en los últimos años, el mercado de acciones ha ganando un atractivo con retornos elevados, frente a los rendimientos que, en términos generales, se han mantenido en un promedio anual del 2,5% en los últimos 10 años.

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Para ver con mayor claridad este conflicto. El consenso de los observadores y analistas prevén un incremento en el precio del S&P 500, para este año, cercano al 5,4%. Evidentemente, esto es más atractivo que el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años.

Pero claro, siempre las estimaciones de ganancias de las empresas, que en definitiva dan el sustento al crecimiento de los índices bursátiles, son inciertas. Es por eso que existe una suerte de compensación para los inversores en el mercado de acciones por asumir ese riesgo frente a la seguridad que ofrecen los activos de renta fija como los bonos del Tesoro. Estamos hablando de la prima de riesgo accionaria que se ve reducida en la misma medida que los rendimientos aumentan de forma más acelerada que las perspectivas de ganancias.

La prima de riesgo en el ojo de los analistas

Es evidente que la prima de riesgo accionaria es una valoración que compara las estimaciones de ganancias en un futuro con los rendimientos de los bonos. El problema surge en cómo elaborar esa prima de riesgo. Dado que uno de los elementos a considerar en el cálculo son las ganancias operativas, las empresas suelen aumentar esas ganancias operativas de manera artificial. Algo que, también ocurre cuando las expectativas de los inversores en acciones son demasiado elevadas.

Una comparación, de manera directa, con el mercado de bonos puede resultar una trampa. Si tomamos las ganancias de las empresas veremos que mantiene una relación que no es directa con la inflación, mientras que el rendimiento de los bonos a 10 años, luego de ajustados al índice inflacionario fue de tan sólo 0,5%.

Los toros de Wall Street tienen por costumbre desempolvar el ejemplo de las grandes épocas alcistas, donde la prima de riesgo accionaria era bastante más baja, incluso durante la conocida burbuja de las puntocom llegó a ser negativa, en momentos en que los rendimientos de eran considerablemente altos y, aún así, los inversores optaban por las ganancias de las acciones.

Del otro lado, los osos, observan un panorama distinto. Para ellos, la economía de los Estados Unidos se encuentra próxima su plena capacidad donde las empresas no están invirtiendo lo suficiente para mantener el buen ritmo de crecimiento, por lo que los márgenes de beneficios serán insostenibles en el mediano plazo.

El futuro incierto de bonos y acciones

Recientemente, Bill Gross, quien administra fondos en Janus Henderson Investors y antes lo hacían en Pimco, ha señalado que la tendencia bajista en los rendimientos de los bonos comienza a revertirse y el precio de las notas ingresa en terreno de bajas. Esto podría sustentarse con los cambios en la política de los bancos centrales, la FED, el BCE y el Banco de Japón han reducido su política de compra de bonos.

Sin embargo, algunos analistas consideran que los pronósticos de un fuerte aumento de los rendimientos de los bonos han fracasado durante todos estos años. Esto no debe ser tomado como una conclusión de que las acciones son excepcionales frente al rendimiento de los bonos, aunque sí, mejores.

Es por eso que, algunos analistas, están llamando a la reflexión de los inversores y comenzar a pensar en la próxima década en expectativas más acotadas, donde los beneficios no sean superiores al 2% luego de ser ajustados por inflación.