Cuando una institución o un individuo intervienen en los mercados financieros, lo hacen con la intención de obtener un rendimiento o beneficio. Este objetivo está asociado a un riesgo implícito de posibilidades de pérdidas o de no obtención del rendimiento esperado. La gestión de riesgos es un proceso que trata de identificar los riesgos vinculados con las inversiones o el trading y las posibles acciones para minimizar esos riesgos. Identificar los potenciales peligros de sufrir pérdidas y cómo evitarlas es una labor fundamental para intervenir en los mercados. Luego de haber realizado un largo recorrido sobre las diferentes facetas del riesgo, conoceremos qué significa gestionarlo y cuáles son las mejores formas de hacerlo.
Entendiendo la gestión de riesgos
Estamos de acuerdo en que rendimiento y riesgo son dos conceptos que caminan juntos en los mercados financieros. Podemos afirmar que no pueden existir uno sin el otro.
Los inversores y traders tienen a su disposición una multiplicidad de instrumentos y activos financieros que ofrecen diferentes niveles de rentabilidad. Lo que resulta indispensable es reconocer cuáles son los riesgos asociados a cada uno de esos activos.
La gestión de riesgos es un proceso que nos permite identificar los riesgos asociados y qué tipo de acciones desarrollaremos para lograr el menor impacto posible.
Si un inversor analiza invertir en Notas del Tesoro a 10 años en lugar de un tentador bono de deuda corporativa está gestionando el riesgo. Los títulos del Departamento del Tesoro ofrecen un riesgo bajo para quienes los eligen. También es cierto que están optando por recibir un rendimiento menor.
Pero la gestión de riesgos no se agota solo en este tipo de decisiones. Cuando una entidad bancaria analiza otorgar o no un crédito a un cliente está gestionando los riesgos que implica brindarle el crédito. Estudia con detenimiento las posibilidades que existen de que no se pueda cumplir con los pagos establecidos.
Los inversores que utilizan la diversificación de su cartera de inversiones están gestionando el riesgo. Lo mismo ocurre cuando un trader del mercado Forex coloca sus Stop-Loss y órdenes take profit. Con estas herramientas está limitando las posibilidades de pérdidas si su comercio se vuelve en su contra.
La crisis financiera de 2007-2008 tuvo una sólida base en una inadecuada gestión de riesgos. Hubo una sobreexposición a los activos hipotecarios y su derrumbe provocó una caída en cadena. Todo el sistema financiero se vio comprometió.
¿Cómo actúan los gestores?
Existe un refrán muy popular que dice “el que no arriesga no gana”. Esta, casi que podría ser una regla básica de los mercados financieros. Es cierto que el riesgo financiero se asocia a sus aspectos más negativos.
Pero, el riesgo también es una manifestación de la rentabilidad. Entonces, traders e inversores no tienen aversión al riesgo. Lo asumen, lo valoran, lo cuantifican y toman decisiones. Así es la gestión de riesgos.
En términos estadísticos, digamos que el riesgo es una desviación de los resultados que se esperan. Dicho así, podemos suponer que también existe un riesgo de que la rentabilidad sea superior a la esperada. Por eso, antes de operar debemos mensurarlo, cuantificarlo.
Numerosos analistas, inversores y profesionales de los mercados asocian el riesgo a la volatilidad. Sin embargo, a la hora de realizar una adecuada gestión de riesgos es importante ir más allá. La volatilidad es como una turbulencia en el camino de las operaciones. Pero, el riesgo es la posibilidad de pérdidas o de resultados no esperados más prolongados.
Los traders que aplican estrategias de day trading encuentran un escenario ideal para sus operaciones en activos con alta volatilidad. Al fin y al cabo, son esos cambios de precios durante la jornada lo que ellos persiguen. Entonces, la gestión de riesgos debe ir más allá y analizar todas las opciones de que las cosas puedan salir mal.
El costado psicológico de gestionar los riesgos
El análisis de riesgo para, luego gestionarlo no puede detenerse en obtener claves numéricas que nos indiquen el riesgo. Existe un componente psicológico que afecta a quienes participan de los mercados y puede ser determinante.
Diversos estudios en la conducta de los inversores indican que su aversión al riesgo es muy superior a la necesidad de ganancias ¡Así es, aunque cueste creerlo! A pesar de la fuerte asociación que existe entre ganancias y riesgo, la visión de las personas es diferente.
Los inversores valoran el doble el dolor por la pérdida que la felicidad por las ganancias. Entonces, la gestión de riesgos debe considerar el aspecto psicológico que entraña el riesgo.
Para un inversor es importante saber cuánto puede ser la desviación sobre la curva de rendimiento. Sin embargo, a la hora de la gestión de riesgos también les importa conocer qué tan grandes pueden llegar a ser esas pérdidas.
En este aspecto, el Valor en Riesgo (VAR) es una métrica que puede ayudar. Se trata de determinar en valores porcentuales el nivel de confianza que ofrece una inversión.
Ahora bien, la gestión de riesgos puede impulsar las acciones tendientes a minimizar los riesgos asociados a las inversiones. Ya lo hemos mencionado, la diversificación de la cartera es una herramienta importante. Sin embargo, existen los llamados eventos atípicos que están fuera de nuestro alcance.
En 1998 el fondo de cobertura Long-Term Capital Management quedó expuesto al incumplimiento de las obligaciones de deuda del gobierno ruso. El fondo estaba fuertemente apalancado en estos activos. Una medida de rescate dispuesta por el gobierno de Estados Unidos evitó que LTCM cayera y con él todo el sistema financiero.
Gestión pasiva y activa
Cuando se produce un drawdown o reducción del precio respecto a un máximo alcanzado, los inversores buscan saber, al menos, 3 datos concretos:
- La magnitud de esa reducción. Es decir, qué tan malo es el período negativo.
- Durante cuánto tiempo se extendió esa reducción.
- Con qué frecuencia se produce el drawdown para un activo en particular o un mercado.
En la gestión pasiva del riesgo existe el indicador Beta. Se trata del riesgo del mercado y cuando Beta supera a 1, se acuerda que hay un riesgo mayor.
Quienes están encargados de la gestión de riesgos saben que Beta nos muestra un aumento de la rentabilidad equivalente al riesgo de mercado. En la gestión pasiva, los administradores de dinero o inversores pueden elevar la rentabilidad al mismo tiempo que el riesgo y viceversa.
Ahora bien, la gestión activa, también conocida como Alfa, toma en consideración que no solo existe el riesgo de mercado. De ser así, solo habría que tener en cuenta dicho riesgo para ajustar las inversiones.
Los gestores de riesgo saben que existen factores que no se encuentran relacionados de manera directa con los riesgos de mercado. Actúan de manera proactiva y buscan aquellos activos que pueden asegurar una rentabilidad extra y más riesgosa. Un ejemplo, son los fondos que rastrean títulos de deuda de países emergentes. Los niveles de rentabilidad son mayores. Sin embargo, las posibilidades de incumplimiento también lo son.
¿Es costosa la gestión de riesgos?
Comprender el alcance de una gestión activa del riesgo implica un compromiso mayor, por ejemplo, de los administradores de fondos mutuos. Ellos, se encuentran en la búsqueda permanente de Alfa. Es decir, de activos que aseguren una rentabilidad a cambio de un riesgo mayor. Se preparan para eso, buscan capturar el momento y salir cuando es necesario.
Esto siempre implicará mayores tarifas que deberán asumir los inversores. Entonces, sí. La gestión de riesgos es más costosa. Una gestión pasiva será más económica en términos de tarifas y comisiones.
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