La Bolsa de New York, o como comúnmente se la denomina en la jerga bursátil, NYSE – New York Stocks Exchange – es el mercado bursátil más poderoso del mundo. No es el primero, pero sí podemos decir sin temor a equivocarnos, que de su comportamiento depende gran parte de la economía mundial. Los ojos financieros del mundo se posan a diario en la Bolsa de New York. Allí se tejen esperanzas, desconsuelos y dramas financieros. Gran parte de los acontecimientos que han sacudido al mundo en los últimos 200 años, han tenido algún tipo de vinculación con la Bolsa de New York y su comportamiento. En este artículo, y en uno sucesivo, vamos a sumergirnos en el nacimiento de este gigante de los negocios bursátiles.

Y primero fueron los prestamistas

Cuando el capitalismo comenzaba a alumbrar sus primeros comportamientos de acumulación, y el feudalismo como forma de producción de la vida material se encontraba en franca decadencia, aparecieron en el escenario europeo los hombres que, con sus billeteras llenas de monedas, comenzarían una serie de negocios que consistían en financiar a otros a cambio de un sabroso interés. Eran los prestamistas. Eran los albores del siglo XIV, aún lejos del nacimiento de la Bolsa de New York.

Los líderes en el campo de los grandes préstamos eran los venecianos. Maravillosamente retratados en la obra magistral de William Shakespeare, “El mercader de Venecia”. El juego era sencillo, los prestamistas ofrecían dinero a cambio de una importante tasa de interés, los que producía una rápida y abundante multiplicación de las divisas. Pero luego vieron que podían negociar los propios préstamos otorgados y obtener un dividendo de ello.

El negocio, pronto se trasladó al financiamiento de las monarquías que consumían recursos sin control. Así, los prestamistas venecianos, pizarra en mano, negociaban sus préstamos. Comenzaban a sentarse las bases de la Bolsa de New York.

Bélgica, en la genética de la Bolsa de New York

Amberes fue el lugar elegido para el nacimiento de la primera bolsa que sentará las bases para el nacimiento de muchas otras, entre ellas, la Bolsa de New York. Allí, allá por el año 1531, corredores y prestamistas, establecieron un lugar donde llevar adelante sus negocios. También acudían a este lugar, hombres de estado, necesitados de fondos frescos.

Claro que la bolsa que se montó, por aquellos años en Amberes, distaba mucho de los que hoy podemos ver en el 11 de Wall Street. Allí sólo se negociaban bonos y pagarés. Las existencias reales estaban lejos de ser conocidas.

Un nuevo negocio en el horizonte

Hacia comienzos del siglo XVII, un nuevo negocio aparecía ante los ojos visionarios de los hombres que transitaban los lugares donde se negociaban préstamos. Los viajes a las Indias, en busca de mercaderías. Así es, los propietarios de los barcos sabían que estos viajes entrañaban muchos riesgos, y la posibilidad de perderlo todo, a manos de piratas o por malas condiciones climáticas, comenzaron a conseguir financistas, a cambio de importantes dividendos como resultado de las arriesgadas empresas.

En un principio, las sociedades que se formaban para financiar un viaje, sólo duraban por ese sólo viaje. Pero con el éxito comercial de estas empresas, se comenzaron a formar compañías que vendían acciones – o una participación en el negocio – a cambio de los dividendos que se pudieran obtener.

Las bases para el nacimiento de las futuras bolsas de valores estaban echadas y la Bolsa de New York nacería unos cientos de años después… pero esa es una historia que veremos en nuestra próxima entrega.

La Bolsa de New York. Nace un gigante – Parte II