Si hay algo que las personas interesadas en los mercados financieros escuchan a diario es lo siguiente: “A mayor riesgo, mayor rentabilidad”. Es absolutamente cierto. Asumir un mayor riesgo financiero puede llevarnos a mejorar nuestras ganancias. Claro que, antes de hacerlo, necesitamos una adecuada gestión de riesgos. Analizar cuánto podemos perder en cada operación y, por supuesto, cuánto estamos dispuestos a perder.

La gestión del riesgo financiero es un proceso indispensable para cualquier inversor o trader. Sin importar si sus operaciones son a corto o largo plazo. Tampoco importa si se trata de un operador pequeño o una institución financiera global. Todos necesitamos contar con una adecuada gestión de riesgos. Podemos hacerla nosotros mismos si contamos con las herramientas y la información adecuadas. O, podemos solicitar el concurso de un asesor financiero.

En esta entrega de Club de Capitales definiremos qué es el riesgo financiero. Cómo se gestionan los riesgos a partir de su identificación y por qué resulta inseparable de cualquier operación financiera.

¿Qué es la gestión del riesgo financiero?

Al referirnos a una gestión, estamos hablando de un proceso. Por lo tanto, gestionar – o administrar – el riesgo financiero es un proceso a partir del cual intentamos identificar las posibilidades de pérdidas de una inversión.

Una vez identificados esos riesgos potenciales, corresponde tomar una serie de acciones como parte de la gestión del riesgo financiero. El inversor puede concluir en desistir de esa inversión. Puede acompañarla con acciones que permitan mitigar el riesgo. Por ejemplo, diversificar la cartera de inversiones es una forma de mitigar el riesgo financiero.

Ahora sí, eso que tanto escuchó. El riesgo es inseparable del retorno. Si asume un riesgo financiero mayor, es posible que obtenga una mejor rentabilidad. En el mundo financiero existen activos y mercados mas seguros, por lo tanto menos rentables. Y, también el camino contrario. Activos y mercados con un elevado nivel de riesgo y con altos retornos.

Vemos esto con ejemplos de nuestra vida cotidiana. Los bonos del Tesoro de EE. UU. se consideran con un riesgo financiero cercano a cero. Analistas e inversores coinciden en que son casi nulas las posibilidades de que el gobierno federal incumpla sus compromisos de deuda.

En el otro extremo, los títulos de deuda de países emergentes ofrecen atractivos niveles de rendimientos. Ahora bien, si analizamos su calificación crediticia observaremos que poseen elevadas posibilidades de incumplimiento.

Los gobiernos de mercados emergentes tratan de compensar la desconfianza de los inversores con atractivos niveles de rendimiento. Si cumplen, usted se habrá llevado una buena ganancia. En el caso de incumplimiento, le resultará complicado desprenderse de esos bonos en el mercado secundario.

La gestión del riesgo financiero tiene que ver con manejar adecuadamente todas esas decisiones.

El riesgo “malo” versus el riesgo “bueno”

Entre las numerosas cosas valiosas que nos aporta la psicología conductual está la capacidad que tenemos de asociar términos con patrones. Esto facilita la ejecución de nuestros procesos mentales. Cuando hablamos de riesgo financiero, las alarmas se encienden en nuestros cerebros. Tenemos una asociación natural de la palabra riesgo con sentimientos negativos.

Ahora bien, cuando los asesores financieros trabajan en la gestión del riesgo, sostienen que se trata de una desviación respecto al resultado esperado. Es parte del riesgo financiero una desviación positiva. Esperábamos un retorno anual del 10% para nuestras inversiones en el S&P 500 y el resultado fue del 11,5%.

Pero claro, lo que importa es evaluar los riesgos en términos negativos. Nadie objetaría una ganancia superior a la que se espera. Esa es la razón por la que los activos, mercados e instrumentos financieros son más atractivos al mismo tiempo que más riesgosos.

También es aceptado el hecho de que el aumento del riesgo está asociado a un incremento de la volatilidad. Y es aquí, donde aparece otro elemento central de la gestión del riesgo financiero ¿Cuánta volatilidad estamos dispuestos a aceptar? La respuesta se dispara automáticamente: “depende de nuestra tolerancia al riesgo”. Entonces, ya tenemos una nueva conclusión. La gestión del riesgo debe incorporar como paso inicial descubrir nuestra tolerancia a potenciales pérdidas.

Psicología y gestión del riesgo financiero

Sin dudas, desde la aparición de las finanzas conductuales, la psicología ha hecho enormes aportes a la tarea de gestión de riesgos. La consideración de sesgos psicológicos en la determinación del riesgo es muy importante. Sobre todo, cuando uno de los principales descubrimientos es la asimetría en cómo los inversores valoran las pérdidas y ganancias.

Las finanzas conductuales determinaron que los inversores le asignan el doble de valor al dolor que provoca la pérdida frente a las buenas sensaciones por una ganancia. Si proyectamos esto, tenemos una idea aproximada de por qué los mercados entran en pánico con tanta velocidad. A veces con razón y otras, sin ella.

En la gestión del riesgo financiero, la desviación estándar es uno de los recursos más utilizados. En la curva de distribución de los valores normales, en un análisis de Valor en Riesgo (VAR), los inversores estarán más interesados en observar las deviaciones que indican pérdidas.

Gestión del riesgo financiero Beta

Los analistas y gestores de riesgo utilizan diversos mecanismos para determinar el riesgo y administrarlo. La gestión del riesgo financiero implica trabajar en dos direcciones: disminuir las posibilidades de pérdidas potenciales y asegurar el mejor rendimiento del activo o una cartera.

Un camino utilizado es analizar el drawdown de un activo. Se trata de comparar cualquier período en donde el rendimiento fue negativo respecto a una marca anterior. Los responsables de administrar los riesgos financieros indagarán sobre:

  • La magnitud del rendimiento negativo.
  • ¿Cuánto duró cada uno de estos drawdown?
  • ¿Con qué frecuencia se produjeron en una línea de tiempo extendida?

Para analizar estos potenciales riesgos, existe Beta. Una medida de riesgo de mercado que nos permite comparar los riesgos de un activo con respecto al mercado financiero.

La gestión de riesgo Beta es un método utilizado en finanzas para medir el riesgo sistemático de una inversión con relación con el mercado en su conjunto. El beta se utiliza para determinar la volatilidad de un activo financiero en comparación con el mercado en general.

Un beta de 1 indica que la inversión tiene la misma volatilidad que el mercado. Un beta superior a 1 indica que la inversión es más volátil que el mercado, mientras que un beta inferior a 1 indica que la inversión es menos volátil que el mercado.

Gestión de riesgo Alfa

El riesgo sistemático no es el único factor que influye sobre el comportamiento de un activo o de una cartera de inversión. Los fondos de inversión, por mencionar un ejemplo, utilizan gestores de inversión para que sus carteras se comporten por encima del mercado.

Se trata de tácticas dentro de una administración activa. Los gestores buscan obtener un alfa positivo.

¿Qué es Alfa?

La gestión de riesgo Alfa es un enfoque utilizado en finanzas para evaluar el rendimiento de una inversión en relación con su benchmark o índice de referencia. El alfa mide el exceso de rendimiento de una inversión en relación con su benchmark.

Un alfa positivo indica que la inversión ha tenido un mejor rendimiento que su benchmark, mientras que un alfa negativo indica que la inversión ha tenido un rendimiento inferior al de su benchmark.

La gestión de riesgo Alfa se utiliza para evaluar la habilidad del gestor de inversión para generar rendimientos superiores al benchmark y para identificar los factores que contribuyen a su éxito o fracaso. Los inversores utilizan el alfa para evaluar la habilidad del gestor de inversión y para tomar decisiones informadas sobre la asignación de sus recursos financieros. También es útil para los gestores de cartera para evaluar y ajustar la composición de sus carteras de inversión.

Conclusiones

La gestión de riesgos puede tener dos enfoques claros. Los activos o carteras que cuentan con una gestión de inversiones pasiva busca generar medidas que le permitan obtener un Beta superior.

Ahora bien, si consideramos que Alfa es el riesgo que está por fuera de Beta, los responsables de una gestión activa buscan obtener un alfa positivo. Se habla, así, del éxito de la gestión activa.

En términos de costos para un inversor, la gestión del riesgo financiero de forma activa es mucho más costosa que en aquellos instrumentos de gestión pasiva.

Las tarifas de administración anuales pueden resultar hasta 10 veces más altas para una gestión alfa. Antes de comprometerse con este tipo de instrumentos usted puede analizar los resultados. Las estadísticas muestran períodos en los que el pago de tarifas más elevadas no está justificado por los resultados obtenidos por los administradores.

La evaluación y gestión de riesgos en cada una de sus inversiones es una tarea que puede realizar usted o recurrir a la asistencia de un asesor financiero. Lo que debe considerar es que esta evaluación nunca debe estar ausente de su plan de inversiones.

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